Según la jerarquía católica, España es una sociedad «poscristiana» y «pagana», «víctima de la revolución sexual», cuyos «frutos amargos» son la «violencia doméstica, los abusos sexuales y los hijos sin hogar»... “revolución sexual” que, aunque fracasada en sus mensajes y sus propuestas, ha alcanzado su éxito en la ruptura que ha producido con los significados intrínsecos sobre la sexualidad humana, conforme a la tradición cristiana. Ha generado en consecuencia una mentalidad difusa que conforma en gran medida el modo como se vive actualmente la relación hombre-mujer.El diagnóstico -en el que también se da un varapalo a la comunidad gay- lo hacen los obispos españoles en un documento de máximo rango, aprobado por la Asamblea Plenaria y presentado el 2 de febrero del 2004 en Madrid.